La historia del dios Huitzilopochtli o colibrí zurdo.
Casi todos hemos escuchado de Huitzilopochtli, pero en realidad conocemos muy poco de este dios, su nombre proviene de náhuatl huitzilin, colibrí y opochtli, zurdo; fue uno de los dioses del Imperio mexica, cuyo dominio se extendió desde el centro de México hasta Guatemala entre los años 1325 y 1521. Dios que fue muy temido y odiado. A la llegada de los conquistadores el dios representaba al demonio mismo. En la Historia general de las cosas de la Nueva España del fraile franciscano Bernardino de Sahagún lo describió como un «nigromante, amigo de los diablos, cruel, invento de guerras y enemistades y causador de muchas muertes». La mala fama de este personaje no era fortuita. El Imperio mexica, del cual fue protector, destacó por su habilidad y crueldad en el campo de batalla, actitud que respondía a las exigencias de esta deidad.
Huitzilopochtli: demonio colibrí
Se le adoraba en la cima del Templo Mayor, que era el más importante ceremonial de México – Tenochtitlán; aquí junto con Tlaloc, dios de la lluvia, se realizaban ofrendas de sangre y corazones de guerreros capturados en combare, que constituían el alimento principal del «Colibrí Zurdo», que era representado con estatuas hechas de masa molida con forma humana. Para los mexicas, igual que para otros pueblos prehispánicos, la vida estaba regida por ciclos de creación y destrucción. Cada lapso o «Sol» en algún momento tenía que finalizar. Ellos pensaban que este final se podía retrasar por medio de la energía contenida en la sangre. De ahí la importancia que deban a los sacrificios humanos.
Así la continua necesidad de tener guerreros para sacrificar y evitar el fin del mundo motivó el espíritu combativo de este pueblo, que hizo de la guerra y la captura de prisioneros una obligación divina, pues de ello dependía no sólo su futuro como imperio -manifestó la antropóloga Eva Uchmany en su ensayo «Huitzilopochtli, dios de la historia de los azteca-mexitin», 1978-, sino del mundo entero.

Guerra celeste
En el Aztlán (Lugar de las garzas), el destino de los aztecas estuvo ligado al dios Huitzilopochtli, cuyos orígenes resultan poco claros. De acuerdo a algunas fuentes en un principio no era una deidad única o de gran importancia, sino más bien menor. Se pudo tratar de un líder religioso, por cuyos méritos y valor fue deificado al morir, a lo que hace referencia el historiador nativo Chimalpahin (1579-1660) en sus Relaciones originales de Chalco. A lo largo de la historia mexica sufrió diversas transformaciones.
Según las leyendas cuenta que fue Huitzilopochtli quien envió a los aztecas en busca del águila parada sobre el nopal, el largo éxodo que culminó con la llegada al lago de Texcoco y la fundación de Tenochtitlan.
Su nacimiento
En el viaje tuvo una posición superior frente a otros de los dioses azteca. Lo que se hizo evidente a su paso por el cerro de Coatepec en Tula, Hidalgo, lugar donde nace el mito que narra su nacimiento. Se cuenta que su madre Coatlicue (la de la falda de serpientes) quedó en cinta por una pluma caída del cielo.
Los hijos de Coatlicue, que eran los 400 guerreros del sur liderados por Coyolxauhqui (la Luna), enojados por esto, decidieron matarla para recuperar su honra. Pero Huitzilopochtli la defendió: “emergió del vientre materno y le cortó la cabeza a Coyolxauhqui; luego la lanzó al cielo, en tanto que arrojó el cuerpo por la ladera del monte. También castigó a sus demás hermanos guerreros, a todos los exterminó cruelmente. y sin ninguna piedad”.

La historia se hacen evidentes los atributos de Huitzilopochtli como «Guerrero celeste» o el «Sol del mediodía», dominio simbólico que compartía con Tonatiuh, dios del Sol. Los antiguos mexicanos creían que esta lucha entre Huitzilopochtli (Sol) y su hermana la diosa lunar Coyolxauqui se repetía diariamente al atardecer.
Lado político
Así el dios tribal azteca sufrió una drástica transformación que se manifestó en su ascenso a dios solar, el astro de mayor importancia para las culturas mesoamericanas. De acuerdo al antropólogo e historiador mexicano Miguel León-Portilla, el cambio formó parte de una elaborada estrategia política y social que se gestó en el estado mexica a partir de 1428. Fecha cuando vencieron a los guerreros de Azcapotzalco, señorío al que se vieron sometidos durante muchos años. En el libro de León-Portilla, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares (1961), relata esa victoria: «tan rápida y extraordinaria, iba a ser el principio de una nueva actitud, que llegaría a ser característica de los aztecas»: su visión místico-guerrera, en la que se consideran como el pueblo elegido por Huitzilopochtli-Sol.
Más que una deidad
Dicha transformación permeó sobre sus antiguos dioses. Huitzilopochtli se convirtió en una deidad solar-guerrera con poder para regular el mundo, y retomó propiedades de otros dioses hasta posicionarse en lo más alto de la escala religiosa, entre dioses de la talla de Quetzalcóatl o Tezcatlipoca. Pese a su grandeza, la caída del poderío azteca significó el fin del legado de Huitzilopochtli, cuyo culto se desvaneció a causa de la invasión española.
Se han encontrado ciertas referencias del dios en mitos y leyendas cristianas, reflejo de la trascendencia que tuvo este dios azteca, que mediante la guerra ayudó a formar la identidad del país.
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